Recordando los origenes de Berrús.

Autor desconegut.

Después de conquistada Mequinenza en 1149 por las tropas del Conde de Barcelona, que se hizo cargo del gobierno de Aragón con el beneplácito del rey Ramiro II y los nobles del reino, la familia de los Santcliment adquiere, por compra, la localidad de Mequinenza, y efectúa la primera delimitación conocida de su término de época cristiana.

Foto de Xavier Estorach -2011

En el año 1230, el término de Mequinenza confrontaba con los términos de Fraga, con los de Escarp y con Torralba por el norte; con Montmeneu y con Borruç por el Este,  con los de Nonasp, el río Matarraña y Favara por el Sur, y por último, con los términos de Maella y de Caspe (Casp) por el Oeste.

Parece ser que Borruç fue una de las tres partidas que constituyeron el  término de Riba-roja, con un pequeño poblado que estuvo bajo el dominio de los templarios desde el siglo XII. Y  todo indica que fueron estos los que construyeron la ermita dedicada a Santa María en una explanada cercana al río.

Cuando en el siglo XIV se padecen las terribles pestes medievales, la población de Borruç acabó dispersándose entre las tres poblaciones más cercanas: Riba-Roja, la Pobla de Massaluca y Villalba dels Arcs.  En el año 1468, Borrúç formaba parte de la encomienda de Villalba dels Arcs, integrada al Priorato de Amposta de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, a quienes habían revertido las rentas de los templarios. En el transcurrir del tiempo el abandonado poblado de Borruç acabó degradándose por su abandono y las crecidas del río.

Ya en los años 60, con la construcción del pantano de Riba Roja, los vecinos de los tres pueblos trasladaron piedra a piedra la primitiva iglesia templaria hasta el nuevo emplazamiento actual y los restos del poblado de Borruç acabaron bajo las aguas del Ebro.

Hoy esta ermita es conocida como de Santa Magdalena de Berrús, y puedo afirmar sin lugar a dudas que desde su ubicación estratégica en lo alto de la loma, se disfruta de un esplendido paisaje natural que nos invita a un estado de contemplación tanto físico como espiritual.